La voz de los catalanes
Hoy los catalanes están llamados a las urnas, El delirio y el frenesí al que últimamente nos tienen acostumbrados desde el Palau de la Generalitat de la icónica Plaza Sant Jordi de Barcelona y desde los jardines del Palacio de La Moncloa han coincidido en un punto de irracionalidad y locura sin límites. Han exigido que la sociedad ejerza uno de los mayores derechos que tiene democráticamente: el derecho al sufragio. Pero la quimera no acaba ahí, la paranoia no tiene límites. Aunque de puertas afuera y frente a los medios de comunicación se incendien las naves, dentro, en privado, Pere Aragonès comparte mesa y mantel con Salvador Illá, Se necesitan. Se quieren. Y lo saben. Igual que Sánchez sabe que necesita al niñato Rufián y tiene que aguantar cada miércoles su escenografía más estúpida, más perversa y más cretina que se puede escenografíar en el hemiciclo del Congreso, Pero a Sánchez y a Lastra les da igual porque son conscientes que si no quieren convocar elecciones anticipadas, necesitan a Rufian y a la tropa de Otegui en su misma mesa. Las naves con Pablo Iglesias están todas quemadas, y no les queda otra que salvar los muebles, poco a poco, cada semana el resto de tiempo que quede de legislatura. Ambos, Pedro y Pablo, están mirando, uno al norte y el otro al sur.

En medio de este panorama tan bucólico, los gallegos y los vascos sí pudieron aplazar sus elecciones autonómicas, y las dos sociedades y su clase política lo entendieron y lo asumieron sin debate de ninguna clase.. La salud era prioridad a cualquier otro interés partidista, pero los catalanes no. Se vuelve a imponer el criterio descebrado de Iván Redondo, intentando catapultar hasta el Palau de la Generalitat a un ex ministro quemado, sin otra salida política, y, lo peor, cada vez más solo frente a la jauría separatista catalana que encabeza Laura Borras, por un lado, y frente al dique constitucionalista, serio, moderado, eficaz que ofrece Alejandro Fernández, por otro.
En cualquiera de los escenarios que hoy puedan darse, lo cierto es que al caer el día, nos vamos a encontrar con un Parlament más polarizado que nunca; previsiblemente con nueve formaciones políticas, y un galimatías tremendo para la formación de un Gobierno estable, sensato, y serio que es, en definitiva, lo que quieren los catalanes de verdad. Lo que buscan los de la pandereta, “los que aprietan”, y otras víboras importa poco, porque tarde o temprano tendrán que volver a pasar por un 155, con o sin anestesia.
Y en medio de todo esto, tenemos un nuevo invitado a la mesa: Ignacio Garriga, que en vez de bajar el nivel de intoxicación, reducir el volumen e intentar acercarse a la zona moderada, se dedica a atacar de forma miserable a Pablo Casado, Alejandro Fernández, y el Partido Popular, además de a todo lo que huele a separatismo. No es acertada esta política. Tampoco es decente. Hay que ser prudente, y evitar volver a reabrir viejas heridas del pasado que sólo conducen al odio, a la fragmentación social y a la polarización más extrema de la sociedad y, en consecuencia de las familias. Los errores, los problemas, las faltas de decencia y las irresponsabilidades hay que denunciarlas, ¡por supuesto que sí!, pero en esa denuncia no vale todo, como se vio en el debate de La Sexta el pasado jueves. Uno de los candidatos que se equivocó, insultando públicamente a sus rivales, fue Garriga. No fue el único. Sin embargo, Alejandro Fernández dio toda una lección de moderación, respeto, constitucionalismo, y decencia. El único, porque Carlos Carrizosa, como diría Sabino Fernández Campo, ni está ni se le espera. Ciudadanos es un partido cada vez más minúsculo y, en consecuencia, más insignificante. Como dicen en Aragón, terminará esbafándose. Y más pronto que tarde.

Esperemos que no hayas graves consecuencias a causa de la convocatoria electoral. Y esperemos que la Incidencia Acumulada en Cataluña, los servicios de Urgencias, y las UCI no vuelven a dispararse como consecuencia de esta insensatez fruto de una locura política y del delirio irrefrenable del poder. En ese caso, esta responsabilidad tendría nombres y apellidos y sólo espero que alguien de la sociedad civil catalana hiciera lo que le corresponde.
De igual manera que espero que en una sociedad tan polarizada como ésta, con sus múltiples virreyes, la jornada se desarrolle de forma pacífica, y ya que no queda otra, los catalanes puedan ejercer su derecho en paz y libertad, y puedan poner a cada candidato en el sitio que le corresponde. A los moderados y constitucionalistas, al frente de la Generalitat, y a los que se envuelven en la bandera de que “lo volverán a hacer” en el rincón de pensar. O sea, en sus casas, que es el sitio de dónde nunca tenían que salido. Mucho antes del año 2017. Mejor hubiera ido a toda España.
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