La mesa científica

El 14 de marzo del año pasado arrancó en el programa ‘La Sexta Noche” un mesa de debate científico para informar de la nueva situación de emergencia sanitaria a la que nos estábamos enfrentando a nivel mundial: la Covid-19. En principio, asistíamos a algo diferente y novedoso: comunicar e informar sobre salud en tiempo real por profesionales del sector. Pero a la vuelta de un año, las cifras hablan por sí solas y la mesa sanitaria se ha convertido en un elemento imprescindible dentro de este espacio televisivo y del prime time de todas las televisiones españolas. La información de los profesionales sanitarios ha llegado a más de un 65% de la población, con más de un millón de espectadores de media.
Desde ese momento, hay una serie de nombres que personalmente me acompañan cada noche de sábado y a diario en sus perfiles de twitter. Un lujo escucharles y leerles. Nombres como el neurovirólogo José Antonio López Guerrero, el urgenciólogo César Carballo, el inmunólogo y catedrático Alfredro Corell, la neumóloga Olga Mediano, el cirujano Julio Mayol, el también urgenciólogo Juan Armengol, el internista Juan Torres Macho, el especialista en Atención Primaria Julián Ezquerra, o la periodista sanitaria Graziella Almendral son algunos de los nombres que, sábado a sábado, informan y divulgan, sobre salud desde el rigor científico y la información profesional contrastada y objetiva.

No puedo estar más de acuerdo con JAL (José Antonio López Guerrero) cuando señala que ‘es un plantel completamente técnico, que podría ser un plantel asesor de cualquier gobierno’. Efectivamente, los gobiernos, tanto municipales como autonómicos como a nivel nacional necesitan equipos de profesionales que les asesoren desde la ciencia, totalmente alejados de la influencia de unas siglas políticas que les marca la senda a seguir, tal y como sucede con Fernando Simón. Eso no es decente. Tampoco ético. A pesar de que luego, el propio Simón aparezca en otro programa ejerciendo de “chico bueno”.
Este rigor científico, por ejemplo, se tradujo en el hecho de que ya en mayo del año pasado recomendaron el uso generalizado de mascarillas, aunque aún no fuese muy popular. Con la llegada de la desescalada, advirtieron de las múltiples vías de transmisión del coronavirus, siempre de una manera fácil y divulgativa. Esta labor ha puesto encima de la mesa otro problema no menos importante: lanecesidad de la inversión en ciencia. Y lo expresa muy claramente el doctor Carballo: “Había que huir de la palabra gasto y hablar de inversión en salud”. No puedo estar más de acuerdo con él, porque paradójicamente invertir en ciencia es invertir en salud. Lo dije varias veces, y me reitero, hay que dar respuestas a los pacientes que se encuentran a la deriva porque la industria farmaceútica ya no encuentra soluciones a sus problemas. Eso sólo puede venir desde la inversión en ciencia. El Rey Felipe VI en la entrega de los Premios de Innovación y Diseño fue tajante al respecto: «Necesitamos aumentar los recursos destinados a investigar, que es el paso previo a la innovación basada en conocimiento. De esta manera podremos construir el futuro con bases mucho más sólidas». Dicho de otro modo, sin ciencia no hay futuro. Para nadie.

Este programa de televisión ha sido pionero, porque gracias a él se ha podido conocer la situación de los hospitales desde dentro, combatir el negacionismo con argumentos científicos, y frenar las fake-news. Como también ha señalado JAL, “Se ha prestigiado mucho lo que es el profesionalismo científico”. Por todas estas razones y otras muchas, al programa, y especialmente a este equipazo, se le ha galardonado con el Premio de Periodismo Científico Concha García Campoy.
Nadie sabe cuándo acabará esto. Pero lo que sí tenemos claro es lo que no queremos que acabe la mesa científica. Aunque llegue el día que la pandemia de la Covid-19 sea historia. Qué sigan divulgando salud y ciencia. Por muchos años.
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