Dinamitados todos los puentes

Las campañas electorales suelen ser ‘calentitas’. Especialmente, cuando los vientos, como el cierzo, arrecian, y la tormenta cae con fuerza. Es justamente lo que estábamos viendo en las Elecciones a la Comunidad de Madrid hasta ayer. A pesar de eso, habíamos visto rifirrafes duros, fuertes; cruce de golpes al más puro estilo Muhammad Ali. Y a pesar de eso, todas las encuestas seguían dando una clara vencedora. A pesar de sus adversarios, que no son pocos. Pero son más sus fieles escuderos.
Sin embargo, ayer se reventó, al más puro estilo de matonismo indecente, cualquier forma de debate político ético, honrado, y transparente. Es precisamente lo que pide el personal, harto de discusiones, del más que ajado «y tú más», agotado de las peloteras baratas bajo carpas de arena, sujetadas en manos de candidatos de telenovela. En el peor año de la vida de muchos ciudadanos, el personal necesita por parte de sus futuros gobernantes –y aspirantes- un mensaje esperanzador, pero real. No mensajes gloriosos ni triunfadores al más puro estilo alfombra roja de Hollywood. Los ciudadanos necesitan un rayo de esperanza en medio de la tormenta de haber perdido a sus seres queridos, su trabajo, su futuro, y casi sus propias vidas.
La sociedad actual es una sociedad madura, desarrollada, culta. No se puede mercadear con su pensamiento. Aún menos con su futuro.
Lo que vimos ayer en la Cadena Ser por parte de dos niños de parvulario fue vergonzoso y nada ético por parte de ninguno. Cuando estás en un debate, debes aguantar la situación. Hay que tener ‘aguante’. Te va en “la nómina de candidato”. Si no te gusta o no lo entiendes, dedícate a hacer punto de cruz, a hacer crucigramas, o retírate a un monasterio cisterciense. En el caso que alguien atraviese líneas indebidas, lo sensato es acudir a los órganos judiciales y policiales correspondientes. Es el único lugar para denunciarlo. Ese es el escenario, para actuar en consecuencia. El único democrático que nos permite y nos concede un Estado de Derecho como el nuestro. Pero marcharse de un debate electoral al estilo ‘rabieta de patio de colegio’ es pueril, narcisista, y de poca calidad democrática.
Y con esto no justifico que el envío de cartas con amenaza de muerte sea algo banal o intrascendente. Ni mucho menos. Es gravísimo. Son gestos que dinamitan cual ambiente democrático. Pero tenemos un sistema juducial y policial que son los competentes en la materia para actuar. Qué actúen. Y llegado el momento que el peso de la ley caiga sobre quien tenga que caer.
Pero también resulta incalificable, por no decir pueril, rastrero, de baja catadura moral e indecente, acudir a un debate electoral sólo con el ánimo de provocar y generar polémica gratuita. Para buscar titulares, y conseguir likes en redes sociales está la prensa rosa y Tinder.

Lo sucedido ayer en los estudios de la Cadena Ser fue de una inmoralidad absoluta por parte de los dos candidatos. Una ausencia total de valores democráticos y de decencia por parte de ambos. Hace años, muchos, que quedó atrás la época de la bravuconería y la chulería por parte de la clase dirigente española. Eso forma parte de la España más gris y más oscura. Y muchos de nosotros ya ni nos acordamos de esta etapa. Por tanto, resulta humillante que unos aprendices a políticos vengan ahora a refrescarnos la memoria con escenas más típicas de cervecerías del Bronx que de un país moderno y democrático como España.
Y es en este momento cuando no puedo por menos que volver a traer a escena al Profesor Emilio Lledó, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades y miembro de la Real Academia Española, cuando afirma que «son muy peligrosos los indecentes con poder». Uno de ellos tuvo poder, y fue indecente en sus actos y en sus palabras. La otra no tuvo poder, y también es indecente en sus actos y en sus palabras.
Dinamitados todos los puentes de la decencia y la ética en política, sólo cabe esperar a mañana. Un mañana que conceda a la sociedad políticos cultos, decentes, con capacidad crítica, pero capaces de saber cuándo no se debe entrar en el fango. Y no precisamente por ellos mismos, sino por los ciudadanos que, en definitiva, son los que mantienen ese sillón con sus impuestos.
Afortunadamente, la clase política la constituyen un gran ejército de hombres y mujeres decentes, valientes y comprometidos con España. Con su trabajo diario y discreto, sólo buscan un futuro mejor para ellos y para su entorno. Pero estos dos y sus palmeros hacen más ruido, y cunden más. Como el arroz. Sólo espero que la opinión pública madrileña haya tomado buena nota del bochornoso espectáculo de ayer. Con ejemplares como estos advenedizos, a los madrileños les sobran los motivos para ir a votar el día 4 de mayo.
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