Alfredo, el hombre invisible

El protocolo es esa disciplina que pasa por ordenar a las personas y a las cosas. No en vano, “mi hermano” de fatigas, mi amigo del alma, Javier Carnicer, a la sazón Jefe de Protocolo del Gobierno de Aragón, cuenta que cuando era un zagal ya se dedicaba a esto del protocolo. Su madre le mandaba a comprar; y al llegar a la tienda, él preguntaba quién era la última persona que había llegado, hacía fila. Las personas se estaban ordenando. Y hoy… también hacemos fila en las tiendas, en las paradas del autobús, al parar en un semáforo. Y ahora, con la pandemia del coronavirus más todavía.
Todos hemos visto escenas de actos con los Reyes Honoríficos y con los actuales, con el Presidente del Gobierno (actual y los anteriores), con ministros, con Presidentes autonómicos, con alcaldes… incluso hemos visto imágenes de visitas de mandatarios extranjeros a España y de viajes de los Reyes a otros país. Siempre hemos visto que se colocaban de una manera determinada, que se organizaban de una forma concreta. En todo tipo de actos.
No se colocan así por arte de magia, o porque les apetece. El protocolo se sustenta sobre unas normas que se deben cumplir, y también sobre la tradición y las costumbres no escritas, esas que se transmiten de generación en generación como algo innato a la sociedad. Unas costumbres que se deben respetar, que forman parte del intangible de la sociedad y que pasan de generación en generación de forma inalterable como un tesoro.
Y todo esto se ejecuta desde el conocimiento, la lealtad, la discreción, el trabajo bien hecho, la eficacia, la ejemplaridad, la responsabilidad, el compromiso, la lealtad, y mil cualidades más que deben concentrarse en la figura del denominado «jefe de protocolo». Toda institución que se precie debe tener esta figura que organizará bien sus actos internos y externos. Con su trabajo potenciará su marca, y, lo más importante en el mundo del 5.0 comunicará y conectará con sus clientes, sus proveedores y la sociedad en general.

La figura del jefe de protocolo es fundamental. Da brillo y esplendor a la marca. Desde la Casa Real al ayuntamiento más pequeño. También a las corporaciones privadas y entidades por pequeñas que sean. La organización de un acto lleva implícito el conocimiento de una legislación, una metodología, una producción y una ejecución que hay que conocer y saber gestionar. Un acto mal organizado puede ser un fracaso a nivel de comunicación y de marca. Por eso es tan importante la figura del profesional del protocolo, que pondrá en escena nuestros actos y ‘los blindará’ para evitar problemas posteriores.
Y de la importancia de tener un buen responsable de protocolo saben muy bien en la Casa Real. Hace doce años ‘ficharon’ a un asturiano con pedegrí para hacerse cargo de los servicios de protocolo de la Más Alta Institución de España. El fichaje de Alfredo Martinez Serrano por el Palacio de La Zarzuela no es baladí.
No cabe ninguna duda de que para los que nos dedicamos, en mayor o menor medida, a esto de organizar eventos, ostentar la Jefatura de Protocolo de la Jefatura del Estado, además de una grandísima responsabilidad, es un reto incalculable. Un desafío plagado de responsabilidad, lealtad, eficacia, profesionalidad, dedicación, honestidad, y honradez a partes iguales. Y Alfredo Martinez Serrano reúne todas estas cualidades, y muchas más.

Soy un privilegiado. He visto cómo trabajaba ‘en directo’ en varias ocasiones, y doy fe que Alfredo es el hombre invisible, que hace que los actos transcurran por la senda de la normalidad. No olvidemos, que estamos hablando de actos con miembros de la Familia Real, en dónde además de todos los ingredientes que se dan en cualquier evento, en éstos, por el hecho de asistir los Reyes, la Princesa de Asturias o la Infanta doña Sofía, aún es mayor el grado de profesionalidad, rigor, cumplimiento de la norma, y mil aspectos más que hay que considerar, cuidar y prever.
Por eso, Alfredo logra que toda la maquinaria funcione sin ser visto. Qué esté, porque siempre está, sin ser visible. Qué todo ruede, pero que él no sea el epicentro de nada. Al contrario. Como él mismo afirmó en Murcia, «el protocolo sirve para evitar tensiones». Y Alfredo las evita desde que traspasó por primera vez el umbral de la puerta su despacho en el Palacio de La Zarzuela.

Su hoja de servicios huele a diplomacia y protocolo en estado puro. Este oventense afincado en Madrid rezuma asturiania por todos los poros de su piel. Fue el cerebro que maquinó con todos los aciertos que se pueden decir, y más, las apariciones públicas de la Princesa Leonor desde su histórica presentación en la Basílica de Covadonga.
Estamos ante un hombre moderno, ejemplar, transparente, austero, honesto. Estos cánones los ha impregnado en su día a día institucional. A nadie se le escapan esos gestos, esas actitudes de los Reyes, de la Princesa y de la Infanta que han configurado un profundo toque de modernidad y renovación a la Institución.
Alfredo es un hombre de equipo; algo prioritario en este tipo de trabajo y particularmente en las más Altas Instituciones del Estado.
Alfredo es una de esas personas insustituibles. Que quieren pasar desapercibidas, pero su forma de ser, de trabajar, de entender la vida y a las personas, las convierten en únicas. Alfredo no sólo es un ‘buen paisano’, sino que ejerce del tal allí donde pone los piel. Un referente. Un lujo. Un privilegio de ser humano con sabor asturiano.
(En el siguiente enlace de La Nueva España se puede descubrir más sobre él: https://www.lne.es/asturias/2021/04/25/alfredo-martinez-serrano-ovetense-jefe-49128326.html)
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