Ejea huele a protocolo
Ni me acuerdo ya los años que hace que nos conocemos Javier Carnicer y yo. Creo que ni habíamos nacido los dos que ya éramos amigos de verdad. Aunque él nació unos días antes; por eso es un poco más ‘viejico’; por eso ya peina canas.

Desde el principio de los tiempos, como bien señala Ángel Pérez en su perfil de Facebook, en la época que Javier se dedicaba a jugar al fútbol con pelotas de papel en el hall del viejo edificio del Gobierno de Aragón de la zaragozana Plaza de los Sitios, Javier ya me demostró no sólo que tenía “muy buen caldo” (que diría mi madre), sino que apuntaba maneras para esto del Protocolo.
Pero desde aquella época siempre me he encontrado -vuelvo a referirme a mi madre-, una cabeza muy bien amueblada, que sabía muy bien que quería en el plano personal -evidentemente, su Marian del alma-, y en el profesional -su protocolo, que lleva tatuado, hasta en su corazón-. Y es que Javier es todo eso… y mucho más.
Javier es protocolo y ceremonial en estado puro. Pero también es comunicación y liderazgo. Es marca e imagen. Es humildad y determinación a partes iguales. Es valores y experiencia en cantidades industriales. Es presente y proyección de futuro. Es adelantarse a los acontecimientos antes que sucedan. Es organización, lógica, y sentido de la responsabilidad en estado puro… y otros mil valores más como persona y como profesional que no enumero para no cansar, pero quienes le conocemos de verdad sabemos que las aplica las veinticuatro horas del día y los trescientos sesenta y cinco días del año.

He sido un privilegiado. He sido testigo de excepción, y he vivido desde la barrera su fulgurante trayectoria profesional de la que me siento tan orgulloso como si fuera la mía propia, porque el hecho de que mi mejor amigo haya tenido está proyección profesional, me hace sentirme tan feliz y tan orgulloso como si la hubiera tenido yo mismo.
Pero también desde esa misma barrera he asistido a cientos de actos en los que él era el director de orquesta (permitidme la licencia). Y esa profesionalidad, ese buen hacer, ese trabajar “tras la cortina” (como él mismo dice), no sólo es envidiable, sino que es un espejo y un modelo para las generaciones que vienen detrás pisando fuerte y, lógicamente, para todo el sector.
Todo, absolutamente todo lo que he aprendido de ‘este mundo’ se lo debo. A su forma de trabajar. A sus opiniones, siempre sinceras y honestas, A su manera de ser y de actuar. Recuerdo como anécdota, cuando le anuncié que daba el salto a la junta directiva del Partido Popular de Gijón que me dijo: «ya sabes que cuando lo hagas mal te lo voy a decir». De momento voy librando…
Este ejeano emigrado a Zaragoza, cuyo color “pasional” es el azul, ya ha demostrado que es un referente en el sector, un referente con mayúsculas, que en su trayectoria profesional ha sabido no sólo trabajar pluscuamperfectamente bien, a pesar de estar sometido “a la dictadura del error”, sino tener excelentes relaciones profesionales con todos los lideres políticos aragoneses desde “antes de Pedro IV”. Y es que como dijo en su momento quien fuera el Jefe de Protocolo de la Casa del Rey, Alfredo Martínez Serrano, «el protocolo sirve para evitar tensiones». Y Javier lo ha llevado hasta su máxima expresión.
Pero su mente cana es tan lúcida que ha sido capaz de hacer magia y parir aplicaciones informáticas para hacer más cómodo el trabajo propio y de sus compañeros. En Aragón, en Asturias, y en el resto de España, a eso se le llama sumar. Lo demás son tonterias.

Su trayectoria vital y profesional se ha visto recompensada este pasado mes de octubre por toda una vida -y lo que le queda-, dedicada al protocolo y al ceremonial. Su Majestad el Rey Felipe VI le distinguió con la Cruz de Oficial de la Orden de Isabel la Católica. Este reconocimiento, más que merecidísimo, lo recogió -como él mismo ha señalado- «con orgullo y en nombre de sus compañeros». Otro valor en su DAFO personal y profesional. Para Javier, el trabajo en equipo es prioritario. Sumar desde la individualidad a la colectividad para lograr el éxito es otro de sus ‘santo y seña’.
Podría seguir escribiendo líneas y líneas sobre Javier, y este texto no tendría no tendría fin. Pero no lo voy a hacer. Quiero acabar estas líneas con un deseo inalcanzable. Ojalá que cada institución privada, que cada Administración Pública (cada ayuntamiento, cada comunidad, cada ministerio…), sea capaz de poner un Javier Carnicer en su vida. Les irá mejor. Pero el Gobierno de Aragón es privilegiado. Tiene un intangible. Su Jefe de Protocolo. Un valor en alza.
Y algunas personas tenemos otro: disfrutar de su amistad con mayúsculas. Otro valor que, por cierto, hemos logrado que no cotice en Bolsa. Otro privilegio.
Impactos: 89
Para comentar debe estar registrado.