Paco Martínez Soria, cateto aragonés, que fue el rey de la comedia

El cine es una de los mejores instrumentos para reflejar la sociedad en cualquiera de sus vertientes. No podemos negar que el cine, como cualquier medio de comunicación, tiene esa faceta tan necesaria y tan importante de formar y entretener a la población. Durante años, en España hemos tenido enormes ejemplos de grandes actores y actrices que, durante décadas y décadas, han reflejado la más pura esencia de nuestra sociedad.
Un claro exponente de ese elenco de esos actores es el turiasonense Paco Martínez Soria, del que ayer se conmemoró cuatro décadas de su fallecimiento. No cabe ninguna duda de que este aragonés no necesitaba alfombra roja alguna, ni apesebrarse al abrigo de ningún director vanidoso, para ser un excelente actor. Sus méritos le avalaban, y le convirtieron en un actor de referencia durante la década de los 60 y 70.
Sus comedias no sólo reflejaban una sociedad que, a duras penas intentaba transformar su color gris en multicolor. También nos dejaban magníficas lecciones de vida, de las que siempre había (o hay) mucho que aprender.
Sin ningún género de dudas, Paco Martínez Soria fue el rey de la mejor comedia española durante todo el tiempo que pisó los escenarios. Con más de 35 títulos a sus espaldas, ¿Quién no se acuerda de «La ciudad no es para mí» o «Abuelo made in Spain», por ejemplo…?

Este gran actor fue un referente para muchos otros actores. Como bien dijo en cierta ocasión Paco León: «él todavía estaba en 1º de Don Paco» (como si Martínez Soria fuera en sí mismo una cátedra y los demás iban aprendiendo de él). Ayer esta anécdota fue recogida en la edición de Heraldo de Aragón.
Ese personaje pueblerino, con boina y con acento baturro, que caminaba por la ciudad de manera desconcertada y patidifusa se transformó en un protagonista adorable y querido por el gran público que lo catapultó de manera inmediata al pódium más alto del mejor cine español de la época.
Han pasado cuarenta años de su desaparición, y todavía hoy este gran actor continua en el imaginario colectivo de muchas personas, aunque sólo sea en su faceta cinematográfica. Paco Martínez Soria fue mucho más que un actor de comedia y de humor. Fue «un gran empresario de teatro que empieza desde abajo» escribe Oscar Abad, que acaba de publicar «Don Paco Martínez Soria. Aplausos y mutis».

Pantalones de pinza, abrigo largo, bufanda de cuadros y la boina. Carga en sus manos una maleta, una cesta de mimbre con unos “polluelos del pueblo” para su hijo el médico y cuadro de “la Antonia”, su mujer. Cansado y asombrado ante el bullicio y tráfico de la gran ciudad. Es Agustín Valverde que acaba de llegar en tren a Madrid para vivir una nueva vida junto a su hijo una vez que ha quedado viudo.
Es la imagen del ‘cateto de pueblo’ que llega a la ciudad en «La ciudad no es para mi» que ayer emitió Televisión Española en homenaje al gran actor de Tarazona.
Paco Martínez Soria falleció el 26 de febrero de 1982 en Madrid tras sufrir una angina de pecho. Este gran aragonés, al que por cierto Aragón no ha homenajeado todavía como se merece, se encontraba en la capital de España. Estaba ensayando la obra «¡Guárdame el secreto, Lucas!» que nunca llegó a estrenar.

Como ya me he referido anteriormente, el valor añadido en todas sus películas era el mensaje subliminal que nos dejaba en los labios. Siempre detrás de cada titulo había una lección de vida, de cómo entender la sociedad del momento (también la del futuro), y de cómo gestionar valores, actitudes, y relaciones entre personas.
Personas como Paco Martínez Soria han marcado una etapa importante en la vida de muchos españoles, y, a través de su trabajo y de su manera de entender la vida, nos dieron las pautas y los instrumentos para hacer una sociedad más equilibrada, más justa, y mejor. La pregunta es: ¿lo hemos conseguido?
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