Adolfo Suárez, un Presidente útil y necesario
Adolfo Suárez fue el principal artífice de la transición española hacia la democracia. Nos dejó en 2014 a la edad de 81 años. Suárez llevaba bastantes años alejado de la vida pública debido a una demencia senil.

Suárez, que nunca fue un buen estudiante, sí que fue un líder nato cuando era niño. Se casó con Amparo Illana Elórtegui, con quien tuvo cinco hijos: María Amparo “Mariam”, Adolfo, Laura, Sonsoles y Francisco Javier. Estudió la carrera de Derecho por libre en Salamanca y se doctoró en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, desempeñando diferentes cargos dentro de las estructuras del franquismo de la mano de Herrero Tejedor, quien fue su tutor político.
El 11 de diciembre de 1975 entró en el primer gabinete de Arias Navarro formado tras la muerte del dictador. Fue nombrado Ministro Secretario General del Movimiento. Cuando en julio de 1976 el Rey Juan Carlos I le encargó la formación del segundo gobierno de su reinado Suárez era un desconocido para la mayoría del pueblo español. Sin embargo, al frente del gobierno, desmontó las estructuras de la dictadura. Tras legalizar los partidos políticos, incluido el Partido Comunista (PCE), condujo al país a las primeras elecciones democráticas, en junio de 1977.

Los españoles le otorgaron en ellas su confianza al frente de la Unión de Centro Democrático (UCD). En diciembre de 1978, España tenía ya su Constitución democrática.
En su discurso de cierre de campaña electoral en junio de 1977 dijo: «Quienes alcanzan el poder con demagogia terminan haciéndole pagar al país un precio muy caro». Una frase profética que viene a demostrar y denostar las argucias que vienen poniendo sobre la mesa desde hace más de tres años desde el Gobierno de Pedro Sánchez.
Tal día como hoy hace nueve años, España perdió al Presidente que transformó España del negro al blanco, de la dictadura a la democracia, de aislamiento al liderazgo.
Hace pocos días José Emilio Cervera escribía en Valencia Plaza «Tu carácter y compromiso con el Estado, no la enfermedad, propició una conducta seria y cabal como expresidente, alejada de impertinencia y mala fe de algunos de tus sucesores. La necesidad obligó a la consecución de importantes consensos durante la segunda mitad de los setenta, pero los españoles somos malos alumnos de la historia, como evidencia la irresponsable amnesia de muchos políticos en los últimos años. La Constitución de 1812 fue irreal, la de 1978, que tú propiciaste, es un activo que se desdibuja, sin disponer de un nuevo modelo referencial solvente, de valedores capaces de defenderla como requiere la situación actual. La mitad del constitucionalismo de ayer ha traicionado su esencia democrática hoy».

Hablar hoy de consenso es casi una utopía, pero ciertamente España necesita más que nunca consensos en muchas materias que preocupan (y ocupan) a la mayoría de los españoles. Pero también se necesita un estadista de la talla de Adolfo Suárez que sea capaz, como lo fue él, de propiciar esos acuerdos. En el año 2021 escribí un artículo en este mismo espacio titulado «Siete años sin Adolfo». En él hablaba de las dificultades ideológicas, sociales, políticas, económicas, culturales que tuvo para llevar a cabo la llamada Transición,. Su objetivo no era otro que la transformación de España. Lograr que los mal llamados ‘dos bandos’ se abrazarán y olvidasen con un bien común: la reconstrucción de una España de concordia.
Decía textualmente: «El denominador común de la gestión de Adolfo Suárez pasa por una sola palabra: consenso. Suárez fue un hombre de palabra, y esta forma de actuar la llevó hasta sus últimas consecuencias. Hoy, la reivindicación de su figura es más importante que nuca. España necesita hombre como él, que sepan consensuar, que sepan pactar, que sepan dialogar; hombres que les preocupen los problemas de la sociedad… que sepan llegar a acuerdos en beneficio de España y de los españoles. Por desgracia, hay demasiada polarización y crispación que, casualidades o no, siempre llegan desde el mismo lado».

El año pasado, escribí un segundo artículo. Esta vez lo titule «Adolfo Suárez, el Presidente que colocó la primera piedra». En esta ocasión me refería al mérito innegable de Adolfo Suárez. Señalaba que colocó la primera piedra de la democracia, y selló para siempre cualquier resquicio de continuidad del régimen franquista. ´
Su papel siempre fue absolutamente imprescindible para lograr consensos entre diferentes; para conseguir que fuera ‘la piedra angular’ de la Transición española. Pero, sobre todo, para poner los cimientos de una España de concordia, consenso y libertad, siempre alejada de la polarización y el enfrentamiento continuos. El mejor legado que nos dejó lo pronunció en el año 1996, en Oviedo, cuando recogió en el Teatro Campoamor el entonces Premio Principe de Asturias de la Concordia. Sus palabras no dejan indiferentes a nadie. Y deberían ser un espejo y una guía para una buena parte de la actual clase política española.
(Fuente: fpamultimedia)
Pero es imposible pedir milagros con esta tropa, que diría el conde de Romanones. Hoy se cumplen nueve años de su fallecimiento. Su figura, su legado, y sus palabras son más necesarias que nunca. Ayer, hoy y siempre. Pese a quien le pese.
Impactos: 5
Para comentar debe estar registrado.