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El 8M y el feminismo de verdad

Hoy es 8 de marzo. Es el día de la mujer. De entrada, quiero felicitar a todas las mujeres que día a día, con su trabajo en casa y fuera de ella, y sin envolverse en bandera alguna construyen el mejor feminismo posible  Estamos ante un día excesivamente manoseado por todos, prácticamente sin excepción. Un día en el que cada cual intenta reivindicar lo que considera como ‘feminismo’, y que en la mayoría de las ocasiones para nada tiene que ver con la realidad de este movimiento social.  

El feminismo es un movimiento político y social, una teoría política y una perspectiva filosófica. La Real Academia Española postula el «principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre». De acuerdo con ONU, el feminismo en principio lucha por la equidad de género y por el reconocimiento de las mujeres como personas físicas sujetos de derecho.

feminismo
Fotografía: @wikipedia

Surgió alrededor del siglo XVIII con la publicación de la obra Vindicación de los derechos de la mujer de Mary Wollstonecraft en 1792, y ha tenido un importante desarrollo teórico, político y filosófico desde entonces. El feminismo centra su análisis en el rol del patriarcado en estructurar las relaciones desiguales de poder entre varones y mujeres.  

Hasta aquí nada que discutir porque resulta absolutamente normal que las mujeres tengan los mismos derechos que los hombres, y, por tanto, puedan desarrollar su vida y su actividad profesional (o de cualquiera otra índole) en igual de condiciones.  

Sin embargo, desde hace unos años el famoso y tan sobado 8 de marzo está resultando una fecha reivindicativa, política, edulcorada, sucia… Una jornada, en la que, en el fondo, lo que menos preocupa son los intereses de las mujeres, sino la cuota de notoriedad de la jornada, las extravagancias varias, las estupideces, y la radicalidad más exacerbada. Eso no es feminismo. Tampoco defender a las mujeres Aún menos reivindicar la igualdad entre hombres y mujeres. Eso tiene otro nombre; y ya sabemos cuál es. Y de esto último ya se han encargado desde hace unos años ‘dos ilustradas’ que desde hace cuatro años se sientan en la mesa del Consejo de Ministros. Tanto Irene Montero como Ione Belarra, antes que reivindicar la igualdad entre hombres y mujeres, últimamente dedican su tiempo a calentar el ambiente. Un camino totalmente desacertado.  

El Gobierno en su conjunto tiene la obligación, entre otras muchas, de pacificar a la sociedad especialmente cuando vienen mal dadas. Pero si optamos por el camino de los líos, luego no nos podemos tirar de los pelos cuando nuestros socios nos dan la espalda como ha sucedido con la famosa ley del solo sí es si. Pero está ley es sumamente grave, desigual, dañina y hasta cruel (si se me permite). Cuando desde el Gobierno se abre la puerta para que los agresores sexuales puedan salir a la calle impunemente estamos ante una raya que nunca debió cruzarse. Nadie. Ni siquiera el PSOE. Una medida que nada tiene que ver con el feminismo, y menos con la igualdad.  

Hay otra medida, con la que me explayaré en otro artículo pero también merece una reflexión: la ley de paridad. Tenemos que pensar seriamente qué tipo de sociedad estamos construyendo. Queremos una sociedad de personas competentes y bien formadas, al margen de las cuotas, o, por el contrario, una sociedad de cuotas al margen de la profesionalización, de la competencia, y de la profesionalidad. Y en este asunto, y en otros muchos, Pedro Sánchez tienen mucho que rectificar.

Esto no es nada serio. Tampoco riguroso. No es una sociedad más moderna y más paritaria, por ejemplo, porque en un consejo de administración, en una junta directiva de un colegio profesional o en una lista electoral, haya igual número de hombres que de mujeres.  

La igualdad o la defensa de las mujeres pasa, por ejemplo, por facilitarles las cosas en las empresas y cualquier otro ámbito cuando una mujer queda embarazada y posteriormente da a luz; por igualar los salarios; porque la mujer con discapacidad pueda acceder a puestos de trabajo sin restricciones… “por no dejarlas atrás”, que diría alguno…  En resumen, por cuidar a las mujeres no solo cada 8 de marzo, sino los 365 días del año.

Pero si existe una medida en las que se está dejando a muchas mujeres atrás es en el sector de la discapacidad. Hoy en día, muchas mujeres aquejadas de diversas enfermedades crónicas como fibromialgia, enfermedad de Crohn, Parkinson…, están vetadas para contratar un seguro de salud.  

No puede ser… No puede ser que las mujeres con enfermedades crónicas tengan vetado el acceso a la sanidad privada por el mero hecho de padecer este tipo de enfermedades. Es una discriminación inmensa y desvergonzada en toda regla. Si a todos los colectivos vulnerables hay que proteger siempre, a las mujeres con discapacidad más y mejor. No hay derecho a esta desigualdad sólo y exclusivamente por el mero hecho de que una mujer padezca una enfermedad crónica. No hay derecho. Ellas no tienen la culpa de padecer una enfermedad crónica, ni autoinmune.

Fotografía: @elconfidencial

Por este motivo discriminarlas de esta forma torticera y barata resulta tan casposo como rancio desigual y antifeminista a partes iguales.  

Lograr que estas mujeres tengan acceso a la sanidad privada es feminismo e igualdad con mayúsculas.  

Sé que Irene Montero e Ione Belarra no leerán este escrito, pero me da igual. Si nos envolvemos en la bandera de la igualdad, hay que pelear por todo tipo de igualdad, no sólo por la que nos interesa. ¿Quizás las mujeres con discapacidad no dan votos? Pues eso… No es de recibo este tipo de desigualdades tan casposas y, sobre todo, tan absurdas. Pensemos por un momento. El 4,2% de las mujeres españolas padece fibromialgia. Lo que supone que afecta a más de 900 mil personas, la inmensa mayoría son mujeres. Una discriminación y un insulto absolutos. Lograr que estas mujeres tengan acceso a la sanidad privada es el mejor ejemplo de feminismo y de igualdad pero algunas están más cómodas caldeando continuamente el ambiente y defendiendo ’su feminismo’. Un feminismo sectario y rancio, como sus políticas, porque sólo se diseñan para unas pocas mujeres. El verdadero feminismo y la verdadera igualdad es transversal y cabe todo el mundo. También las mujeres que padecen fibromialgia. Pese a quien pese.  

(Fotografía de cabecera: Valencia Plaza)

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